De vuelta a casa después de la experiencia de Música en Compostela, me siento ante el piano donde siempre está presente El Clave Bien Temperado. Con ganas de tocar, busco alguna Fuga o Preludio que me apetezca y escojo la Fuga número 10.

La paso unas cuantas veces mientras pienso en cómo va engranando perfectamente Bach el tema y contratema, con la mente ya puesta en sentarme a analizarla para acercarme aunque sea muy de lejos a los planes de Bach cuando la escribió.

Paso después a «taratocar» (como tararear pero al piano) el Preludio y es entonces cuando empiezo a maravillarme (no es mi primera vez) ante la Obra del Maestro. Como estaba haciendo una lectura casi a primera vista, en ocasiones pensaba que eran errores míos, me iba atrás y volvía a tocar para asegurar las notas y las armonías. Esas sonoridades….¿Alguien habló de modernidad? El oído de Bach buscaba, investigaba, exprimía y encontraba algo distinto.

De repente parecía que Mozart había estado «poniendo orden» en todo lo que Bach había «desordenado»; que los románticos y post-románticos habían venido a introducir algo de diversión en ese orden y que, finalmente, alguien había dicho: «como iba diciendo Johan Sebastian…»

Mi admiración hacia un realmente grande.